Décima reseña

 En este fragmento de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, Stieg Larsson nos sumerge en la meticulosa investigación de Lisbeth Salander, quien sigue los pasos del misterioso doctor Richard Forbes en la isla de Granada.

Desde el principio, se muestra el carácter preciso y disciplinado de Lisbeth. Se despierta temprano, organiza su día con rapidez y eficiencia, y sigue a Forbes con paciencia. A pesar del calor y el cansancio, no pierde el enfoque y observa cada movimiento de su objetivo. Su capacidad para analizar detalles y patrones queda clara, especialmente cuando se distrae con cálculos matemáticos en plena vigilancia.

Forbes, por su parte, es una figura enigmática. Aparentemente, está en la isla por negocios, pero su rutina diaria contradice esa idea. En lugar de reuniones o trabajo, se dedica a pasear sin rumbo, frecuentar cafeterías y aparentar estar ocupado. Además, su vínculo con una iglesia presbiteriana en Texas y su historial lleno de altibajos laborales levantan aún más sospechas. Lisbeth no tarda en preguntarse qué es lo que realmente está haciendo allí.

Otro aspecto interesante es la forma en que Lisbeth usa la tecnología para investigar. A través de correos encriptados y contactos en la red, accede a información sobre Forbes que no podría obtener de otro modo. Este elemento refuerza el tono moderno y tecnológico de la historia, donde la verdad ya no se descubre solo a través de la observación directa, sino también en el mundo digital.

El fragmento también resalta la soledad de Lisbeth. Aunque tiene contactos como Plague, su comunicación con él es breve y directa, sin sentimentalismos. Ella no confía en nadie, lo que refleja su carácter independiente y reservado.

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